El 8 de septiembre de 2024 falleció mi abuela, la última que me quedaba, me gustaría decir que tengo mil historias con ella, pero lamentablemente no es así, mentiría si dijera que eso me hace sentir algo de culpa, pero indudablemente me duele que ya no este acá.
La muerte siempre llega como una pedrada, ni aunque la esperes, ni aunque veas el desgaste en el rostro de tu ser querido o de tu prójimo, nunca, pero nunca tal noticia te llega en el momento apropiado, nunca estás preparado para escuchar que alguien a quien quieres, amas o simplemente conoces muere.
No sé si fuera de esta realidad que llamamos vida, existe algo donde las almas corren libremente y pueden por fin ser ellas mismas sin estar atadas a las preocupaciones de todo lo mundano, no sé si en ese hipotético lugar ya no existan las deudas, los reclamos, los enojos o las enfermedades degenerativas. Pero me gusta pensar que al menos lo único que no se pierde después de la muerte era lo que nos hacía más humanos, cosas como el humor, el gusto por alguna canción que nos hizo llorar o quien sabe, quizá existe una gran sala de estar con una tele prendida en Univision donde la abuela pueda estar viendo sus novelas.
Al final creo que la muerte nos hace distintos a los que quedamos aquí, al menos me gusta creer que las personas, cuando mueren, se van intactas en la esencia de lo que fueron. Si le gustaba reír, pues hay que reír y si le gustaba que lloraran por ella hay que llorar por ella.
A veces me gustaría tener una conexión más emocional con la muerte y no sentir que de cierto modo es la meta a la que aspiramos llegar de la mejor manera posible, sea repentina o lenta, igualmente me gustaría saber si mi vida valdría tanto como para que tantas personas lleguen a darme una última despedida como cuando fue la despedida de mi abuela.
Como lo mencione, mis abuelas y abuelos ya no se encuentran en este mundo, y cada día que pasa me doy cuenta de que quizá tengo más de ellos, a pesar de lo tanto que he renegado por todo el legado de la familia y es curioso que entre más viejo me hago más fácil es darme cuenta de que de todo aquello que muchas veces me molesto de la familia siempre estuvo dentro de mí.
El pequeño gesto, aquel de disgusto, el chiste inapropiado en el momento inoportuno, lo tosco al decir ciertas cosas y la pausa interminable cuando algo me disgusta, esas cosas que solo con el tiempo vas conociendo de vos mismo.
Mis primos hicieron una lista con las enseñanzas de la abue, pero realmente yo agrego dos cosas que mi mamá y mi papá mencionaron hace años:
«Con sus carencias y a veces malas formas, mi mamá (la abuela) intento que nunca no faltara nada y llevarnos por lo bueno» mamá, ya hace un par de años.
«A la abuela a veces no le prestan mucha atención por ser bayunca y que siempre sale con alguna broma, pero a veces es habla con mucha sabiduría» mi papá también hace muchos años.
En estos momentos, supongo que lo único que se puede hacer es recordar, reír y llorar cuando se pueda.